Lo particular de lo universal

La universalidad y Wallerstein Benjamín García Imannuel Wallerstein propone que el universalismo es una de las normas rectoral del sistema mundo moderno (capitalismo). El universalismo se entiende como el conjunto de valores deseables y aceptados por la comunidad mundial. Por ejemplo, que la mujer tiene derecho a escoger con quien casarse, o incluso escoger con quién no casarse. A su vez, al universalismo le hace par el antiuniversalismo: racismo y sexismo. Un principio universal es que todos somos iguales ante la ley, sin embargo en las cárceles norteamericanas hay más negros presos que blancos. Wallerstein asegura que ambos polos conviven en el mundo moderno. La realidad es que uno se esconde en el otro, se solapan. Lo universal no distingue particularidades, tiende a eliminarlas o soterrarlas. En las recientes invasiones norteamericanas a Afganistán e Irak vimos justificaciones universalistas: ellos no respetan a la mujer como nosotros, ellos no tienen un sistema democrático como nosotros. Como la diferencia se establece desde “nosotros”, ellos son los diferentes, no nosotros, lo que abre el camino para hacer con “ellos” lo que sea. Las famosas fotos del campo de Abu Graib tienen que ver este universalismo. El Universalismo no distingue y, sin embargo, su aplicación se vuelve particularista. Los soldados que toman las perversas fotos no ven en esas personas, eso mismo, personas, ven a lo que no es lo general, a lo que es particular, lo que es como cosa o como animal, no le tienen ninguna conmiseración ni respeto. Wallerstein marca al antiuniversalismo como algo negativo. La realidad es que si lo identificamos como racismo o sexismo, la tendencia será a verlo negativo. Pero no todo antiuniversalismo tendría por qué entrar en esas categorías. Para nuestro mundo occidental la mezcla de estado y religión es negativa, ello se explica a través de siglos de historia, historia que no ha ocurrido en el mundo musulmán, y que no tienen necesariamente por qué ocurrir. Cabe destacar que no se trata de analizar en términos de mejor y peor, de positivo y negativo, o de perfecto e imperfecto. Se trata de admitir la diferencia. El antiuniversalismo de la diferencia nos lleva al universalismo de respetar la diferencia (no tolerarla), a admitir que no entiendo cierta cultura sin que por ello deba destruirla. Se cuenta que tanto en Afganistán como en Irak se pensaba que las mujeres iban a salir corriendo en jeans y blusa a la calle, los invasores se sorprendían mucho al verlas con sus bhurkas. Ello sólo se entiende desde su óptica. Si me planteo desde mi óptica: simplemente no comprendo. Para ellas forman parta de su historia, tradición y costumbres. Respetar las diferencias no significa tolerarlas. El rico es diferente del pobre. Pero el pobre no odia al rico per se, lo odia en tanto que se establece una relación entre su situación y la del otro. En el caso de la bhurka, no existe una relación entre una mujer de la Ciudad de México y una de Fallujah, en nada se afectan. El rico y el pobre sí que guardan una relación muy estrecha. Aquí el término diferencia tiene otro uso. Hace un momento dije que el rico es diferente del pobre, ahora digo que el rico no es diferente del pobre, no lo es en tanto que están unidos como partes de un mismo hecho económico: capitalismo o sistema mundo moderno, como le llama Wallerstein. Habría entonces, para crear universales aceptables, establecer diferencias a partir de la particularidad. La mayoría aplasta, ese es uno de los defectos principales de la democracia y, en particular, de la democracia mediática. Y habría que establecer relaciones. Entre Estados Unidos y México hay diferencias culturales muy fuertes, sobre todo porque nosotros nos creamos en una tradición hispana católica y ellos en una anglosajona protestante y calvinista. Hay una relación de intereses económicos y geopolíticos. No los odiamos por protestantes, calvinistas y sajones, sino por sus invasiones al país, por su política del vecino con garrote. En ese sentido podríamos establecer un pequeño axioma: respeto la diferencia, no tolero la diferencia. Me explico: La pretendida igualdad social es, en el sentido de Wallerstein, un universal hueco, jamás se logrará tal, sólo las relaciones entre empresarios, entre militares, entre obreros, entre potencias, entre líderes sindicales; pueden ser entre iguales, no así entre militar y obrero, militar y empresario, etcétera. La única manera de volverla efectiva en dado momento es mediante la gestación de poder. Un ejemplo de gestación de poder lo da la igualdad femenina. La lucha por la liberación de la mujer es añejísima. Casi desde que inició el dominio masculino. Pero sólo se hizo realmente efectiva cuando la mujer tuvo dinero. A partir de las guerras mundiales, cuando las empresas dejaron de lado su machismo y las empezaron a contratar masivamente. Al poco vino la igualación de derechos con el hombre. Si no había liberación, era por una razón muy sencilla: la mujer no tenía independencia económica. De forma simplifica, es como dice una cartel en facebook: “Harto de tus papás: Independízate. Consigue un trabajo”. Es verdad, la única manera de que un adolescente cree sus reglas es haciéndose cargo de sí mismo, es gestar poder. Cuando establecemos relaciones lo que vamos a encontrar son juegos de poder. Al poder se le opone poder. No necesariamente violento, Ghandi, el ícono del anarquismo pacifista, gestó poder desde su habitar en flor de loto. Todo movimiento social gesta poder (el problema es que la mayoría lo desgasta en tonterías, pero esa es otra discusión). Tomar el poder hoy en día ya no es tomar el palacio de gobierno, es más bien construirlo. Es descubrir que convivimos en la diferencia, pero que más allá de la diferencia hay un mundo de relaciones. Si descubro estas relaciones borro la noción de diferencia y me acerco a la de dominio. Esto es como un partido de fútbol. Hay dos equipos diferentes. El ser diferentes no determina nada, bien podría tratarse de un club español y uno guatemalteco y jamás jugarían uno contra otro. Es cuando se plantan en una relación, en este caso de competencia en un partido, que se establece una relación de objetivo y de dominación, ¿quién domina el balón? En conclusión, todo sano universalismo debería provenir de un sano particularismo. No se trata de borrar las diferencias sino de admitirlas. Eso no significa aceptar o negar relaciones, las relaciones crean diferencias, pero diferencias de dominio, de poder. No hay forma de resolverlas más que gestando poder, o como decían en el mayo francés: Tomar el cielo por asalto. Bibliografía: Wallerstain, Imannuel. Los sistemas mundo. http://es.scribd.com/doc/25032771/Wallerstein-Immanuel-Analisis-de-sistemas-mundo.

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