Topía

De la denuncia al sueño B. G. El idealismo utópico estuvo marcado por su falta de ciencia, de empeño, incluso, pero no por su falta de anhelo. El propio cristianismo es, en cierta medida, un idealismo utópico. Todo quedaba en el erial de los sueños. Sería bonito un mundo sin desigualdad, sin que otro domine a otro, sin miseria de cualquier tipo… sería bonito. Hay, incluso, utopías monárquicas, tanto las novelas de caballería con sus reyes sabios y bonachones, como la propuesta del filósofo rey, de Platón. Es hasta que aparece Carlos Marx en escena que el socialismo se vuelve ciencia. Marx discute que el movimiento histórico se sintetiza en opresor vs oprimido = nuevo opresor vs nuevo oprimido vs nuevo opresor vs nuevo oprimido (n…). Es decir, oprimido se rebela contra opresor, logra su objetivo, se convierte en el nuevo opresor; oprimido se le enfrenta, logra su objetivo y… Marx hereda el humanismo proveniente del renacentismo, pero a diferencia de los utopistas, no tiene el menor trazo de dama de la caridad, abraza el positivismo por completo. Halla que en el capitalismo el oprimido es el obrero y por ello le otorga el papel de agente de la Revolución, idea sintetizada en el famoso llamado: Proletarios del mundo, ¡uníos! Los movimientos emanados del socialismo científico son casi todos de denuncia. El obrero sufre; campesino, únete; los cuadros de Orozco y Siqueiros exaltando a ambos sectores. En la caricatura es tradicional la imagen del banquero gordo y petulante contra el pueblo enflaquecido, ojeroso y humilde. Incluso en la Revolución Cubana encontramos imágenes del Che Guevara cargando costales de azúcar. Los que están en contra de las propuestas de transformación social, argumentan que así ha sido siempre, que en la competencia unos suben y otros quedan abajo, en el mejor de los casos, crean instituciones filantrópicas para hacer tolerable la diferencia. Caída la URSS y con el sueño de Revolución Mundial más aporreado que un perro callejero, advino un mundo donde los sindicatos tienen dueños ultramillonarios, los campesinos, en algunas partes del mundo, viven en dulces haciendas, otros siguen jodidos y olvidados pero con sueños de ascenso social, sueñan con home teather, auto, casa, ipod. He ahí el fin de la filantropía revolucionaria La Revolución no está hecha por un conjunto de damas de la caridad, se trata de un proyecto de emancipación de la humanidad toda en su conjunto, no de liberar a las viejitas, o a las pobrecitas mujeres de tal país, no porque no nos importen, es porque en ellos sólo es más notoria la esclavitud y la miseria que impone el sistema capitalista, pero todos nos hallamos en la misma enajenación. Cuesta trabajo imaginar la libertad porque no la conocemos. Suiza es un país de confort. Viví por un mes en un departamento de interés social, ya lo quisieran en Polanco. Los únicos pobres son los inmigrantes. Los más utópicos voltean al tercer mundo, a los jodidos, a la revolución filantrópica. Los autos son de lujo, las calles, las casas, las bicicletas; todo se halla prácticamente resuelto. Sin embargo no son un pueblo muy sonriente (por más que mi querido Daniel Haïber sí lo sea), en invierno se suicidan, claro, hace mucho frío, pero hoy día existen las pantallas HD, el Xbox, internet,; vamos, hará frío pero pueden contactar con el resto del mundo, nos es igual que hace 300 años. En Suiza no podríamos argumentar a favor de los pobrecitos proletarios, porque hay proletarios pero no pobrecitos. Lo único que se puede argumentar es la capacidad de soñar con otro mundo, de salir de este torpor, de imaginar, porque de eso se trata, de imaginar. Utopía es soñar con la plenitud humana. Y, en recuerdo de los pensadores ilustrados, con la felicidad humana. Definitivamente no es en el capitalismo donde alcanzaremos dicha plenitud. ¿cómo pudiera ser si formo parte tan sólo de un mecanismo de producción y ¿no soy yo mismo un productor? Ni siquiera en el arte, pues vistas bien las cosas, hoy día el objeto final es la ganancia. Utopía no es reclamar porque Fulano Pérez está jodido, es porque todos estamos jodidos, incluidos los capitalistas, porque se encuentran anclados como engranes de la gran maquinaria. Se trata de soñar y, mejor aún, de ensoñar. ¿Con qué soñar? En realidad hace falta soñar organizadamente. La historia nos la cuentan individualmente, como si un tipo lo decidiera todo. Y no es que no seamos importantes de uno a uno, pero, digamos, el sueño de volar viene más atrás que Dédalo e Ícaro. La representación de los ángeles como humanos alados nos habla de ello, no se le ocurrió a uno solo, es una sueño humano. Lo colectivo no quita un ápice de importancia a Leonardo Da Vinci o a los hermanos Grimm. El individualismo es una corriente que pretende, con cierta buena intención, asegurar el respeto de las libertades. Los teóricos actuales dan por muerto el sueño comunista por las características totalitarias de la economía planificada y del socialismo real (que no son mentira, recordemos que la primera etapa del socialismo incluye la controvertida dictadura del proletariado), pero a final de cuentas el individuo sólo existe en lo colectivo, es una cuestión pendiente, pero no invalidad la idea de soñar colectivamente. ¿Con qué soñar? El futuro se instaló frente a nosotros. Cuánto nos envidiarían los medievales: ¿Lavar en el río? ¿Para qué si tenemos lavadoras automáticas? ¿Andar a caballo? Pero si viajamos en maravillosos autos. ¿Esforzarse en contar leyendas? Para eso está el televisor. El fuego, el gran descubrimiento, es dominado por nuestros minúsculos encendedores. Maravilloso. Todo, ¿por qué la infelicidad entonces? El sueño de la modernidad acepta la esclavitud del capitalismo, pero aspira a crear robots que en algún momento nos liberen de tal. ¿Para qué? Para tener tiempo. Ahí la paradoja, es hora de envidiar al hombre medieval. La computadora, año con año, es más veloz, sólo para que pase más tiempo en ella: si ya puedes redactar tus informes más rápido, entrégame más informes, dice el patrón. Modernidad, progreso, productividad. No sé si hemos desvirtuado la palabra progreso o si siempre contuvo la miseria en sí misma. Cuando Comte creo la teoría positivista, pensó que toda cultura estaba destinada al progreso. No perdamos de vista que el progreso es un sueño, la vida es sueño, dijo aquel. Progreso y tecnología parecen ir de la mano. El mundo autómata al servicio de los humanos. El gran problema es que el mundo autómata está por encima de nosotros y al estarlo nos convierte en autómatas. Cuando pulso el botón del la máquina que me da café, en el oxxo, estoy pulsando mi propio botón. Baste dar una vuelta por el metro: todos Corren, ¿para qué?, ¿quién sabe? Los replicantes sueñan con ovejas. ¿Y nosotros? Con otro mundo. Con otra historia. Con lo que sigue después de la historia. Perfecto. Ya hemos llegado al nivel de los politicastros: una idea general sin contenido. ¿Qué significa un mundo mejor? La respuesta no pasa por la democracia. A cada modo de producción corresponde un modo ideológico, dijo el barbón y la democracia es la forma de organización del capitalismo, de hecho convierte a la política en un asunto de mercado. No votamos por personas sino por marcas. La democracia también fue un sueño, el de los liberales burgueses que deseaban irrumpir contra las monarquías. Para ellos significa su mundo mejor, pero no podemos soñar con sus sueños. La democracia para el siglo XX fue un sueño, el de los norteamericanos. En lo siglos anteriores, un imperio que deseaba ser tal, debía entrarle a los madrazos, no había más, ganaba el que mejor pegaba, punto. Era costoso en vidas humanas, en tierras, en dinero, en tiempo y, además, el rey debía dirigir a sus combatientes, con lo cual arriesgaba la vida. La democracia terminó con eso. El presidente Wodrow Wilson, un tipo enfermizo y, según master Freud, con un complejo de Edipo enorme, pudo dirigir a los EU desde cama, con algunas ocasionales visitas a Europa, sin manchares el traje, aunque con las manos llenas de sangre. La democracia es un control remoto, no es una forma de elegir, es una trampa. De lo que se trata es de acostumbrarnos a gobernarnos en lo inmediato y de ahí partir a lo general. Un grupo de música no vota los temas que va a interpretar, los escoge después de una discusión. Si uno sólo sabe leer partitura, ese es el encargado de las partituras, quizá fungirá como director, y la única manera de cambiar ese estado de las cosas es aprender a leer la partitura. El guitarrista toca la guitarra, no se pone a tocar la batería porque no sabe de eso, pero nada impide que aprenda, si así lo desea. El sueño, la imaginación, la historia no se ha detenido. Quizá los soviéticos se equivocaron, quizá la Alemania socialista, pero una nube no hace tormenta. Nuestra pesadilla contemporánea no puede ser el destino final. Apenas hemos dado unos pasos, no hemos aprendido a volar.

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