¡Uníos!

Del frente de liberación genital

Benjamín García

Compañeros genitales y demás miembros del cuerpo presente:

En la antigüedad el hombre se mostró al mundo tal cual era, ya sapiente, ya salvaje. Desnudo anduvo y aprendió a cultivar. Se volvió sedentario, aprendió a valerse del fuego y del agua. Durante todo ese tiempo nosotros le procuramos descendencia y placer, además de medios de excreción que le impidieran reventar al cargar su montón de fecalidad en él mismo.

Con el tiempo el hombre se estableció en comunidades, fue “culturalizándose”,. Y al fin, cuando hubo uno que se dio cuenta de que el garrote no sólo servía para conseguir alimento, sino para apropiarse de la carne excedente, comenzó la era putazosoica tecnologis que por desgracia ha durado ya bastantes miles de años.

Una vez el hombre se atacó a sí mismo ¿inventó?, ¿descubrió? la represión, así que es posible asegurar que por esa época comenzó, para nuestra desgracia, la salvaje y brutal imposición del taparrabo. El taparrabo, contrario a lo que muchos civilizados podrían pensar, sigue vigente. El calzón es un taparrabo, y lo son la falda, el pantalón, el vestido, y demás trapos cuya función no es proteger del frío ni del calor, sino en el último de los casos.

Tal pudor fue sólo inventado para disuadir a las personas de admirar su belleza. Como ya lo demostraron Freud, Lacan y Reich: se trata de sublimar la líbido y poderla convertir a dosis, cuyo control se utiliza para dominar el inconsciente colectivo y, mediante él, a cada mente en el mundo.

Los genitales, durante estos miles de años hemos soportado esta vejación insalubre, cuyo calor torturante es comparable al de los hornos de Auschwitz.

Lo que hay detrás del colonialismo es una condena contra la desnudez, esas ropas consideradas hoy día como parte de las tradiciones de las culturas antiguas, son en realidad inventos del cristianismo. El pensador Alemán Hörnst Kurnitzkycita a personas que aseguran que la indumentaria de los indios americanos fue creada por los misioneros a partir de la prohibición cristiana de mostrar las partes pudendas del cuerpo. Aquí vemos una de nuestras razones en contra de la Civilización Occidental: la negación de la vida. Nosotros, los llamados genitales, representamos a la vida, sin nosotros ni siquiera hay muerte, al no existir la vida simple y sencillamente existe un mundo inerte, vacío de significado.

El taparrabos como protector nuestro, contra las inclemencias temporales, vale, pasa, pero su permanencia en cualquier clima y lugar del mundo, es una aberración tal que preferimos el congelamiento o la insolación

La desnudez representa un estado de liberación, por ello los chicos franceses de 1968 se encueraban a la menor provocación, para “espantar al burgués”. Más no debe sólo pensarse en nosotros como agitadores, la desnudez es bella sin mayores consignas, es sensual pero no todo el tiempo, que una abuela y sus nietos convivan en la libertad de sus carnes es un encuentro hermoso. Los trapos ocultan nuestro ser, lo disfrazan y generan morbo, la idea de saber qué hay más allá de lo visible. Más allá de lo hoy visible estamos nosotros, los genitales.

Proclamamos así nuestra libertad:
¡Abajo los calzones!
¡Arriba las carnes!
Genitales del mundo ¡Uníos!

Comentarios

Ericka ha dicho que…
Excelente teoría, sí que viva la desnudes y se quemen los calzones. Arriba la libertad, abajo la represión de los genitales.
Un abrazo.
Ericka Sandoval

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