Arquitectos del sueño

Arquitectos del sueño

Benjamín García

En el Díalogo de Alcibiades, Sócrates confronta a un joven que responde a ese nombre. El muchacho quiere hablar ante la tribuna para enseñar al pueblo sobre la guerra y La Paz.  Valiéndose de su clásico método de interrogatorio (mayéutica), Sócrates hace que el joven se percate de su ignorancia sobre dicho asunto, pues ignora lo que es justo y lo injusto. Alcibiades intenta defenderse asegurando que ha aprendido del pueblo. De inmediato Sócrates (imagino que soltó una carcajada mental) le muestra que en asuntos de opinar sobre algo, el pueblo termina por matarase a sí mismo, basta con leer La Iliada y La Odisea para darse cuenta de ello, asegura Sócrates.
Alcibiades es impetuoso y arrogante, como buen como buen joven, cree saber y cree poder enseñar lo que sabe, convencido además, de que sus creencias son lo más justo.
Al siglo XX (y a la parecer al XXI) lo caracteriza el estallido de la juventud. Los rucos se anquilosan, pierden vigor. La revolución se vuelve un proyecto imberbe (a pesar de las luengas barbas de Fidel Castro y el Chè Guevara). Todo parece indicar que se trató de un espejismo, nuestros jóvenes son idealistas (¿qué duda cabe?), pero cortos de miras. Unos tersos como pompa de bebé; otros vandálicos como púber berrrinchudo. 
El problema es que estos Alcibiades carecen de Sócrates con quienes contrastarse. Nuestros viejos están amargados y secos como fruto olvidado, o en una desbocada carrera por permanecer en la juventud para alejar así a la muerte.
Las buenas intenciones de Alcibiades no bastan para hacer un mundo mejor, hace falta una visión, un sueño estructurado; hacen falta, pues, arquitectos del sueño.

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