Entre el pop y el arte

Entre el pop y el arte 

Benjamín García 


Pop es un apócope de popular, determinar qué es y que no lo popular, nos llevaría varias reencarnaciones. De momento, sólo digamos que Pop son aquellas expresiones de la era del consumo de masas: Supermán, The Beatles, Archie, Bugs Bunny, la sopa Campbells, los vochos, el Hombre Araña, Coca Cola, los pantalones Levi's, etcétera.

Hace 20 o 30 años estas expresiones estaban distantes del mundo intelectual, el de "los grandes creadores", jamás veríamos una Coca Cola en una obra que intentase emular a Dostoyevsky. Las historias de zombies o súper héroes eran propias de párvulos imberbes. Batman sonaba interesante, pero era materia de revistas de "monitos".

Con las nuevas generaciones se rompió este hito. La creación pop volteó hacia el mundo de la "alta cultura" y ésta hacia el pop. 

Xavier Velasco, en su novela, Diablo Guardián, intentó recrear un poco la atmósfera y los personajes de Mario Bros y Donkey Kong.

Las historias de caballeros y princesas, junto con el pensamiento budista, nutrieron la saga de Star Wars. Autores como Elmer Mendoza utilizan figuras de la talla de Janis Joplin en sus novelas, e incluso, en Un asesino solitario, el personaje busca siempre con urgencia una Coca Cola y unas galletas Pancrema (deliciosas, por cierto).

La industria del cine pop seguirá por mucho tiempo, pero en gran medida ha perdido la batalla frente a las series y los videojuegos. Muchos consideran a programas como Breaking Bad y The Walking Dead a la altura de los clásicos de la literatura rusa.

Hace tiempo jugué en "psp", Metal Gear, un juego sobre un combatiente especializado en infiltrarse sin ser notado. Me gustó tanto el juego que quise escribir una novela basado en él, bueno, ya lo habían hecho los fans japoneses.

De la película, El laberinto del fauno, se retomó el personaje del fauno para utilizarlo en el famoso juego Castlevania. Y durante mucho tiempo se habló de que el director y guionistas participaría en la creación de un vídeo juego, uno de los sueños de muchos de los escritores actuales.

Durante algunas décadas la cultura pop se apoderó del mundo, ahora es el arte quien se apodera de la cultura pop. 

En principio es algo que no está mal, los artistas de vanguardia del siglo XX soñaron con llevar el arte a todas las personas y a todos los lugares, pero surge la inquietud, ¿no debe mantener cierto resguardo el arte?, ¿no se extravía en el mundo de la especulación masiva?

Si pensamos en la concepción del arte en culturas antañas, como la azteca, no se consideraba tanto una expresión individual, más bien parte de la vitalidad colectiva.

Ese contexto histórico se perdió, el nuestro es distinto y se halla enmarcado en una diversidad maltratada por la globalización y su fétida excrecencia: el pensamiento único, en él, cualquier basura vale lo mismo o más que una obra de Miguel Ángel o de Víctor Hugo. 

No es que desestime expresiones como el performance o la instalación, también ahí hay maravillas y porquerías, es más bien dudar de nuestro amorío con la cultura de masas.

Quizá es bueno que sólo unos cuantos (miles en realidad) estudien filosofía, también que sean más quienes van al Louvre a tomar fotos al cuadro de la Mona Lisa y pocos a observar las gigantescas pinturas del arte holandés.

Ocurre un poco lo mismos con el rock y el jazz. El primero es ya un emblema de la cultura popular a nivel mundial, el jazz también ha alcanzado una escala internacional, pero siempre desde espacios más pequeños, con públicos con el oído más cultivado, ¿es malo que sea así?

No significa pelearnos con lo popular, amo las series, los cómics, los videojuegos, el heavy metal... simplemente reconocer el gusto masivo y el buen gusto, ¿elitista? Sí, no por afán de convicción, sino por condición, para que un arte verdadero devenga en masivo, precisaríamos de una sociedad completa empeñada en la exquisitez y la maravilla. Tal vez algún día exista, pero ese es tema para otro día.




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