Benevolencias

Benevolencias 

Benjamín García 

Cualquier ciudadano contemporáneo y libertario se debate, sin duda, entre la libertad y la responsabilidad del estado.  Mientas el Estado exista debe responsabilizarse en alguna medida por nosotros, pero me atrevo a pensar que no hay peor Estado que el benevolente.  Se parece al padre de familia del Castillo de la Pureza, película mexicana de insigne memoria.

En ella, el pater familias exige a su grey un comportamiento moral extremo. Los encierra por su bien, para que la maldad no los contamine. Incluso los obliga al vegetarianismo para alejarlos de la impureza de la carne. Claro, cuando él está fuera de casa, consume carne en más de un sentido.

La izquierda se ha convertido en eso, los buenos deseos son parte de la propaganda electoral. 

Hay de benevolentes a benevolentes, aquí se perdió el apoyo a las estancias infantiles, pero se dieron becas sin ton ni son, sin ninguna exigencia académica. Claro, en algún momento el dinero se acaba y ya no se puede ser benevolente. En mi colegio, el presupuesto para mantenimiento se redujo al máximo, resultado, pasaremos más años con los ajados muebles. Como estos benevolentes tienen complejo de pastores, quizá les parezca bien orillarnos a los votos de pobreza. Pero tampoco hay para comprar cloro. ¿Para qué sirve el cloro en una escuela? Para desinfectar, para evitar epidemias (sobre todo cuando no hay vacunas contra ciertas enfermedades).

Quizá a los pastores les parezca bueno que muramos, total, si el Señor así lo quiere, sobre todo si no lo quiere sobre ellos.

A ello hay que sumar la obligación (que supuestamente sería apenas una sugerencia) de introducir a la planeación didáctica la Cartilla Moral, pobre Alfonso Reyes, llevado a ser de pensador insigne a párroco súper couching new age y anexas que se sumen.

El problema es el problema, diría el filósofo Arjona, o sea, el problema es la palabra moral. La ética requiere de personas libres que examinen los preceptos morales bajo la luz de la razón. En el código local existía el resbaladizo concepto de “faltas a la moral”, la pregunta es inmediata, ¿a la moral de quién? Un gobierno debe evitar basar su política en la moral, debe construir leyes y mecanismos que lo induzcan a un actuar ético, no con base en buenos deseos, sino en formas de responsabilizar. 

Diría Cantinflas, he ahí el detalle, los ultramontanos benevolentes no actúan en forma ética al desatar una guerra contra los bebés y al dejar casi sin cloro al colegio (por no enunciar otros aspectos), el asunto; entonces, es saber de qué mecanismos gozamos o debemos gozar, más allá de la moral, para procurar la ética por sobre la benevolencia de padrecito. 

Eso, o de plano abandonar al Estado (El Estafo) como el nos abandona a nosotros, quizá la lección sea que requerimos ver por nosotros mismos, crear mecanismos e instituciones propias más allá de cualquier benevolencia parroquial, acercarnos cada vez más a la construcción del ser humano libre.



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