Espada

Espada

Benjamín García


Se acerca la nueva emisión de la jornada sexenal y ya el alboroto es manifiesto. Hace 6 años, decía a mis amigos: No voten, no tiene caso. Los instaba a crear grupos de estudio, a generar propuestas que se construyan desde la colectividad y no desde el Estado.

En ningún momento dije que había que votar por tal o cual, a pesar de ello, personajes como mi amigo, Mauro Nares, me tildaron de priísta. Es decir, estar en contra del sistema y por ello no apoyar ni al sistema electoral ni a algún partido equivale a ser priísta. Esa es la lógica llamada "chaira".

En esta jornada volveré a decir que la transformación social no radica en esperar a que llegue el que sí es honesto, el que sí tiene buenas intenciones; se trata de asumir nuestra condición de sujeto histórico.

Recuerdo que el querido Mauro argüía: Estoy de acuerdo contigo, pero, ¿qué hacemos ahorita? Le dije que nada, nada respecto de los candidatos, lo qué hay que hacer no depende de sexenios, sino de avizorar nuevos horizontes, incluso desde una perspectiva sistémica, no se trataría de pensar en personas, sino en instituciones.

Por desgracia, el pensamiento social sigue anclado a la figura del "elegido", el "salvador", aquel hombre incorruptible y súper justo, el nuevo cristo. Olvidan así, que en el mejor de los casos, un ser así sólo dura una generación y, por otro lado, difícilmente un hombre controla lo que ocurre con un sistema.

Hace poco leía en un foro digital lo siguiente: Está muy bien tanta teoría pero, ¿cómo tomamos el poder? La verdadera pregunta es qué sigue inmediatamente después de tomar el poder. Se desprecia mucha la teoría, la práctica del estudio, pero cualquier transformación relevante, por usar un término contemporáneo, es antes una revolución nerd, una que ocurre en el campo de la cultura, de la transformación de las prácticas cotidianas, una que signifique el estallido de una pléyade de pensadores, de agitadores simbólicos, por así llamarlos.

Así que, para cerrar, digamos que la realidad se cambia con las nalgas, claro, todo comienza sentado, con un libro, una libreta y una pluma, la primera de todas las espadas.

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