Ilusiones no ilusas

 

Triunfar no necesariamente implica desprenderse de las ilusiones, sino convertirlas en actos de inteligencia.

Esperar, por ejemplo, que alguien llegue a resolver nuestra vida, es una ilusión estúpida que nos mantendrá justo así, estupefactos.

En cambio, convertirnos en agente de nuestra ruta, lo que Marx denominó como el sujeto histórico, aceptar nuestra volición y conducirla por el derrotero de la aventura, esa es una ilusión despierta, avispada.

Definitivamente la luna no es de queso, pero alguien con ilusión, astucia e ingenio podría llegar a ella y comer un trozo de queso. No todo se puede dejar al desarrollo del tiempo o la historia, merecemos nuestros pasos en la medida en que los andamos.

Mi madre, creyente irredenta, soñó con pisar la tierra de su leyenda favorita, Jerusalén, sin embargo, nunca hizo nada por cumplir tal misión, lo dejó a la suerte, al si Dios quiere. En cambio, un buen amigo, el último día de clases de la carrera, le entregó una carta a la chica que había amado en secreto, ese paso lo llevó al matrimonio y 3 hijos.

Por supuesto, no se puede salir de la pobreza nomás con desearlo: «Ya no quiero ser pobre» y ¡zas! Se convierte uno automáticamente en un multimillonario, pero hay que dar a la imaginación su justo lugar.

Más que víctimas de la historia, debemos ser el motor de la misma, para lograrlo, hace falta inquietud, ilusión no ilusa, saber admirar la realidad no nada más en su belleza, sino en toda su crudeza, empaparse de realidad para, a partir de ello, lograr transformarnos y transformarla.

Imaginemos a aquel pez que soñó con salir del mar… Henos aquí, ¿no querremos salir también?

Benjamín García

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