Saltadilla y El Pingüino

Crecí en la era previa al mundo digital. Mi compañía en la infancia estuvo marcada por Pedro Picapiedra, Don Gato, Scooby Doo, Bugs Bunny, Mazinger Z… Tantos personajes entrañables. Por supuesto, desde muy temprana edad conocí las críticas a la caja idiota, al mundo del entretenimiento. Criticas que, por cierto, hoy parecieran haberse escondido ante el avasallante mundo digital.  Hoy, cuando repaso aquellos mundos simbólicos o conozco  nuevos de la mano de mi hijo, encuentro botellas náufragas dentro del mensaje, algo así como el mensaje en el mensaje. Por ejemplo, en una tierna e ingenua serie como Paw Patrol, en su reciente filme, el villano es un alcalde, uno fatuo y engreído, tanto como El Alcade de Saltadilla en Las Chicas Súperpoderosas.

    Hay un capítulo de la serie sesentera de Batman y Robin donde el Pingüino se postula como alcalde, goza de mucha popularidad, parece que va a ganar, él ya lo da por hecho. Al final, pierde, Batman dice algo así como: “Sabía que la comunidad no votaría por él, no iba a incurrir en tal insensatez”. El problema es que en la vida real, la ciudadanía sí vota por El Pingüino. 

    En muchas ocasiones las alcaldías funcionan no gracias a su alcalde, sino pese a él, o gracias a él, pero porque tuvo la sensatez para elegir un buen equipo, que entre otras características, sea capaz de oponerse a sus tonterías. Si el equipo es incondicional y no se puede oponer a las estupideces del alcalde, el acabose queda garantizado. 

    No siempre hay un Batman o unas Chicas Superpoderosas para rescatarnos, y quizá es mejor que no aparezcan. Una ciudadanía activa debe tomar en sus manos, por lo menos, el diseño de propuestas que atiendan a sus necesidades. De entre las muchas visiones acerca del mundo y la sociedad, podríamos decir que hay dos generales: las que piensan que podemos vivir sin figuras gobernantes y las que afirman que tal cosa es imposible. Buenos argumentos hay de ambos lados, en todo caso, mientras decidimos, ciertamente podemos rebasar a nuestras autoridades en muchos aspectos. Las famosas oenegés surgieron así, para llevar a cabo aquello que los gobiernos no podían o no querían hacer. 

    A veces, para cambiar la vi,da basta comenzar por cambiar nuestra esquina, nuestro rinconcito, la colonia, el barrio, la escuela, el grupo. Que los alcaldes se queden con su frasco de pepinillos mientras nosotros nos apropiamos del mundo.


 Ben Gar


Comentarios

Entradas populares