Las manos sucias

Libros y filmes para la temporada 

Las manos sucias

Benjamín García 


Las manos sucias es una obra de teatro elaborada nada más y nada menos que por el filósofo Jean Paul Sartre.  En ella cuestiona la confusión entre fines y medios.

Hugo, miembro del partido comunista, es enviado a matar a un supuesto traidor. Al conocerlo, el ejecutor ve otra dimensión del condenado. En algún momento, asiste a una reunión donde participan miembros de la derecha. 

Al ver cómo se pactan tras bambalinas las alianzas y las jugadas, Sartre nos permite observar la inexistencia de grupos puros.

Hacia el final, Hugo cumple su misión. Ahora lo buscan a él, ya para matarlo, ya para convertirlo en héroe.

Sartre era un comunista convencido, sin embargo, en esta obra nos muestra las maledicencias de los partidos, de los líderes y de las negociaciones detrás de los militantes.

Una de las fallas de la democracia es que nos hace creer en dos posibilidades: el político corrupto frente al político honesto. En el fondo es una manera fácil de desentenderse de los problemas, de evitar la vida pública y sus “impurezas”. 

Todos sabemos que cualquier gobernarte o funcionario público debe tomar decisiones impopulares, difíciles, escabrosas; preferimos alabarlo cuando acordamos y lincharlo cuando nos disgustan sus acciones; jamás ser los verdaderos responsables.

Por desgracia tendemos hacia el pensamiento mágico, a esperar la llegada del “elegido”, como en Matrix, uno con súper poderes y la capacidad de reunirnos en santa paz.

En nuestro mundo contemporáneo esto no ha cambiado, me atrevo a pensar que de hecho es peor: se prohíja a líderes de cuarta, sin sustancia ni discurso verdadero y se ignora todo lo que ocurre tras bambalinas. 

El debate pendiente para el siglo XXI y para el tercer milenio no es si votar por Juanito o por Fernandito, sino cómo podemos conciliar nuestra vida cotidiana con nuestra condición permanente de ciudadanos locales y del mundo.

La Ilustración buscaba a un ciudadano inquieto, digno de tomar las riendas de la vida política en sus manos, como Diógenes con su lámpara, la búsqueda continua. No hay representantes con las manos limpias... y es mejor que no lo ignoremos.



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