Pandemia y libertad
Desde una
perspectiva liberal, el estado garantiza la protección de las personas a cambio
de tutelar a esas mismas personas. Desde una perspectiva libertaria, ese es el
pretexto esgrimido por el estado para detener la libertad: la seguridad antes
que nada.
La actual pandemia provocada por el SARS CoV2
da un ejemplo de este debate nada sencillo de dilucidar. Muchos reconocen las
medidas tomadas por la República Popular China para frenar la epidemia y sus
efectos, se crítica que en otros países no se hayan cerrado aeropuertos. La
pregunta detrás de ellos es: ¿se puede controlar un fenómeno como la pandemia
sin incurrir en control y represión?
En la mayor parte del mundo ha habido
personas que pronto asumieron las medidas de seguridad, como el uso del
cubrebocas, la distancia y el lavado frecuente de manos, y personas que ven,
sobre todo el uso del cubrebocas, como una imposición, un atentado contra su
libertad.
Si comparamos el SIDA con el Covid19, en
ambos, la acción imprudente de uno puede afectar a otro. Pero, al menos, si dos
decidimos tener sexo sin protección, vamos los dos, relativamente conscientes de
que lo hemos decidido así, aunque sea de facto. En el caso de la actual pandemia,
mi acción de riesgo afecta a uno que no ha decidido correr el riesgo, valga la
pena un ejemplo: Procuro llevar a mi hijo al parque, vamos provistos de
cubrebocas, procuro esquivar a las personas que no lo utilizan, pero intento no
incomodar a nadie. En el trayecto, pasamos por una farmacia, un tipo, desde un
auto, con la ventanilla abajo, pide al de la famacia algún medicamento para su
familiar: «Tiene temperatura, tos y gripe». No toda enfermedad que curse con
temperatura, tos y gripe es producida por Coronavirus, pero en la época en que
vivimos la sospecha es admisible y fuerte.
Me pregunto, ante esos síntomas: ¿por qué
el tipo no usa cubrebocas? Quizá el
decida arriesgarse, ¿puede arriesgarnos a mí y a mi hijo, al de la farmacia? La
libertad, no individual, sino colectiva, pasa por el cuidado del otro, no de
manera paternalista, ni con la burguesa concepción de: Tu libertad termina
donde comienza la mía. Es algo parecido a lo que ocurre con los desechos
animales, en ese parque al que acudimos, a menudo hallamos excretas de perro. Es
un sitio destinado a infantes y ancianos (dejemos los eufemismos de lado), no
hacerse cargo de la caca es una manera de afectar al otro.
Por supuesto, para una visión estatal la
solución (cuando se le ocurre actuar a la autoridad) es imponer multas o cárcel
para disuadir al ciudadano de aquellas acciones consideradas socialmente
negativas.
Pero, debiera ser de entre las personas, a
partir del diálogo y el debate, de dónde surja la invitación, una convicción de
cuidar de mí al cuidar del otro.
La carrera por lograr varias vacunas contra
el Covid nuestra el gran avance científico. Pero el ataque hacia la ciencia
muestra un fracaso, una estrepitosa derrota de la educación científica.
Requerimos asumir el pensamiento racional y
científico no nada más con elemento escolar, institucional, sino como parte del
desarrollo de la vida.
Una formación libertaria incluye la lucha
contra espíritus chocarreros, contra visiones espiritistas y pensamientos
mágicos. Además de una perspectiva que nos lleve a asumir al otro, a ese
espíritu fraterno que se plasmó en las ideas de la Revolución Francesa, que no
debe surgir nada más ante las desgracias, sino, sobre todo, en la vida
cotidiana.
Y para eso ningún gobierno funciona, está
en nuestras manos y en nuestras cabezas. No significa que el estado deba renunciar
a sus deberes (al menos mientras exista), significa que los ciudadanos, para construir
una verdadera fraternidad, debemos rebasar a los gobiernos y a sus representantes.
Benjamín García
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