No soy Balzac ni Chejov, abismo en el sol

No soy Balzac ni Chejov

Benjamín García
Guillermo Samperio es un autor que sin mucho ruido ocupa un lugar muy importante en la escena literaria nacional. Acaba de publicar La Guerra Oculta (Lectorum) y una colección de cuentos completos en Alfaguara. Es un autor prolífico piensa que la creación constante no desgasta a su obra: “El texto se procesa inconscientemente dentro de uno, luego aparece una punta del hilo, una frase, una idea y entonces hay que escribirlo. A veces esa temática puede ser dolorosa, por eso se sufre la escritura. También puede ser algo festivo y entonces queda uno muy satisfecho”.
Sobre la vastedad de sus cuentos dice: “No creo que sean muchos, si ves los tomos de cuentos completos de Alfaguara es un tomo muy parecido a los demás, el único que tiene dos es Cortazar, voy a cumplir 60 años, es un volumen promedio; no soy Balzac ni Chejov”.
Manifiesta que se encuentra siempre en una búsqueda constante por innovar los caminos. Resume el trabajo de un escritor en tres etapas: “Llega un momento en que alcanzas un estilo, es lo que todos buscamos al empezar, y te apoyas en él; pero debes seguir experimentando, en La Guerra Oculta me meto en la ciencia ficción, algo que no había hecho. Como dice W. H. Auden, después viene la etapa de formal, expresiva del propio autor, que puede alargarse mucho tiempo. Y una tercera donde reinicias la primera, una búsqueda nueva en una especie de laboratorio de estilística”.
Opina que un autor ha logrado un estilo cuando lo que escribe “no tiene ya resonancias de otros autores y tiene su propia expresividad estructural”.
Piensa que un joven escritor debe participar en los concursos, una vez ganados dos o tres premios es hora de acudir a alguna editorial, “como el autor de Diablo Guardián, tenía años concursando hasta que le pegó, y todos los libros que no había podido publicar, los está sacando ahora”. Considera que si ese joven siente que sus textos son excelentes, puede ir directamente a una editorial. “Las editoriales sí dictaminan y les gusta descubrir autores. Yo nunca tuve problemas para editar, desde el primer día que llegué a un taller literario, el coordinador, en el IPN me pidió dos textos para publicarlos en la revista que hacían. Ellos mismos me publicaron el primer libro, tres años después me gané una beca del INBA FONAPAS y tuve de maestro a Augusto Monterroso. Ahí me publicaron mi segundo libro, el cual quedó en segundo lugar en el Premio Nacional de Cuento, los jurados fueron Juan Rulfo, Edmundo Valadez y José Donoso Pareja.
A pesar de ser un autor consagrado, no vive de su obra aunque de sí de actividades literarias: “Siempre he tenido chambas, ahorita estoy dando cuatro talleres y ando buscando trabajo. El fin de año pasado me lastimé la columna. Por fortuna obtuve la beca de creadores en agosto del año pasado. Y si no ha sido por esa beca no sé cómo hubiera vivido. El neurólogo y el ortopedista me recomendaron reposo absoluto combinado con acupuntura, tomo medicinas muy caras, gracias a la beca he podido sostenerme”.
Reconocido como un escritor de minificciones, al cuestionarlo al respecto, afirma: “El que mejor te puede responder es Lauro Zavala, el invento todo eso. Yo publiqué Cuaderno Imaginario (Diana) en los ochenta, ahí había lo que ahora llaman microficciones, yo les llamaba brevedades. Ahora hablan de que yo soy uno de los transformers de la microficción junto con Felipe Garrido, cuando es Julio Torri el iniciador. Pero ya se inventaron toda una historia”.
La técnica es un asunto central en sus creaciones, la define así: “La técnica es como los trenes japoneses que a cierta velocidad ya no tocan las vías, sino que van casi volando, es algo fantástico, pero para que eso suceda, tiene que haber una técnica. La literatura sin técnica sería siempre primitiva, como el Gilgamesh”.
Actualmente prepara un libro de prosas poéticas que terminan en cuento, “son muy experimentales y tratan de romper con lo hecho hasta ahora”. También cuenta con una novela por terminar, “la deje reposar diez años, ya la revisé y me di cuenta de que le hacen falta uno dos o tres capítulos al final y abreviar un capitulo intermedio”.
Carece de un método especial de trabajo pero es muy meticuloso a la hora de revisar sus textos. Su primer premio fue el de El Museo del Chopo (1976): “Yo lo visitaba seguido cuando era el Museo de Historia Natural porque iba a una escuela de Clavería. Había cosas rarísimas, los huesos de un dinosaurio, fetos con dos cabezas, me atraía mucho. Convocaron a un concurso de cuentos con el tema Museo del Chopo, había primero, segundo y tercer lugar, y publicaban un libro con los diez mejores cuentos. Eran como seis mil pesos. Llevé a cenar a mi primera esposa y compré algunos libros, diccionarios, Monterroso me había recomendado invertir en diccionarios y enciclopedias, en libros que pudieran apoyarme en la creación”.
Comenta que hay dos libros indispensables para un escritor: “El de Julio Cazares, de Gustavo Gilly, con una súper sección de sinónimos; y el Diccionario de la Lengua Española de María Moliner. Uno que no deben tener es el Diccionario de la Real Academia, porque no sirve para nada”.

Comentarios

Rogelio Pineda Rojas ha dicho que…
Excelente entrevista, Benjazz. Sabes, de Samperio sólo he leído el librito de Ellas habitaban un cuento (ed. La Centena-Aldus) y me pareció muy bueno. Incluso hice una reseña en mi blog. No sé si sea uno de los autores mexicanos más importantes del momento pero creo que ha hecho una obra de calidad y dicen que sus talleres son buenos. Saludos carnal.

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