Las aulas sin paredes

 Ben Gar


Volver a las aulas no debería implicar volver a estar entre cuatro paredes, al parecer, el Sars-Cov2 y sus variantes se van a quedar con nosotros por mucho tiempo. No es fácil invertir en purificadores de aire y tampoco lo es convencer a los infantes de no abrazarse o de no acercarse entre ellos.

La escuela al aire libre ya existió, por supuesto con la academia y el liceo, con los peripatéticos, además de que han existido numerosos experimentos en las últimas décadas.

En principio, las paredes son un eco de nuestra vida primitiva, donde la cueva nos protegía de dos factores: las inclemencias climáticas y las bestias salvajes. Aunque subsisten las inclemencias climáticas, son bastante dominables con nuestros recursos actuales, y las bestias salvajes, pues bueno, pobres, las hemos desplazado.

Así la situación, no es necesario refugiarnos para cumplir la tarea del aprendizaje, hay múltiples espacios públicos, desde los patios de las escuelas, cafeterías, parques, camellones, avenidas y demás que deberíamos utilizar.

Quienes impulsan el retorno, arguyen la necesidad, la urgencia de recuperar la socialización y el aprendizaje, en realidad no se perdió del todo, a través de las nuevas formas de comunicación, cada generación va encontrando sus formas, pero es cierto que necesitamos vernos cara a cara, incluso con todo y barbijo en nuestra faz, ¿cómo hacerlo sin arriesgarnos demasiado? Bueno, el cielo y el aire han estado ahí desde hace tiempo. Es cierto que demasiado sol produce cáncer, tanto como que demasiado frío o demasiada lluvia hacen daño, pero basta con una lona, un sombrero o algún otro artilugio para soportar dichas inclemencias y mandar al bicho allá, muy lejos, al carajo o más allá todavía.

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