Suburbano VII

Suburbano VII

Juan Pérez, el músico de la aventura


Contrario a lo que podría pensarse, hay muchos artistas de calidad elevada y sublime en la calle, también, por supuesto, los que con dos acordes y unos alaridos se ganan cincuenta centavos. Juan Pérez es uno de los mejores guitarristas que he conocido.

Mientras Juan coloca las baterías a su amplificador, recuerda sus ya más de 20 años en el Metro. Llegó como otros tantos, por un amigo que conoció tocando folklore andino. Su primera vez consistió en una vuelta de Tacuba a Taxqueña y de regreso. Por aquel entonces, Juan tocaba con un grupo de su barrio, en la iglesia. A veces los contrataban para animar fiestas. 

Le gustó descubrir a gente que sabía más de música y le enseñó. Desde entonces para él la vida  “ha sido y es una aventura constante”. 

En aquellos tiempos había menos vigilancia y menos control sobre los artistas por parte de los grupos de vendedores: “Tú podías ir a cualquier línea. Nada más preguntabas por las bases7. Luego arribó el dominio de los líderes de vendedores”. 

No sabe si llamarle trabajo a su actividad cotidiana, pues esa palabra es “una etiqueta ambigua”, pero de aquí sostiene a su familia. 

Al año de convertirse en artista urbano lo invitaron a participar en un grupo de folklore andino que ya contaba con seis años de historia: “Íbamos a tocar en las plazas de provincia por seis u ocho meses; a Zihuatanejo, Monterrey, Cancún, Playa del Carmen. Regresábamos por  dos o tres meses y volvíamos a salir”. 

Más tarde, el grupo se disolvió. Él pensó quedarse en Playa del Carmen, pero por motivos familiares, hace cinco años, regresó a la Ciudad: “Esta era mi única fuente de ingreso. Un bar no daba lo suficiente y yo había decidido mantenerme en mi gusto por la música. Esto es una disciplina y yo quería estudiar, esta actividad es la única que me daba dinero y tiempo para hacerlo”. 

Termina de colocar las baterías y hace una ligera prueba de sonido, ensaya un poco. Se ha convertido en un héroe de la guitarra al avanzar en el diapasón a toda velocidad.

Había pensado en regresar a Playa del Carmen, cuando un amigo lo invitó a la Sociedad de Autores y Músicos Contemporáneos, a un curso de  armonía y composición. Asistió por tres años y medio. Se convirtió en un profesional que sabe hacer arreglos para cualquier tema.

Después se unió al grupo La Berde (así decidieron escribirlo los miembros del grupo), “un espacio para expresar las inquietudes musicales”. No sabe exactamente adónde va a llegar con la música, “tal vez me lleve a otros lados y no sé si me quede en el Metro, pero sé que es una buena fuente de ingresos”. 

Para Juan uno de los principales problemas es “la desconsideración por parte de las autoridades: nos llevan a las delegaciones, nos fichan, nos encarcelan, si diferenciaran (entre lo que unos y otros —vendedores— hacemos) se acabaría el problema”. 

Asegura que uno de los principales retos en el Metro es subir al vagón, porque se convierte en un escenario: “Tú estás dando lo mejor que puede ofrecer la mejor banda: tu expresión, tu manera de hacer las cosas”. 

Opina que aquí se consigue mucha experiencia, la cual permite a los artistas estar en otros lugares sin amedrentarse ante el público. 

Piensa que la situación de estos juglares suburbanos no ha podido arreglarse por diferencia de perspectivas. “Ellos (las autoridades) alegan obstrucción del paso y molestia para el usuario. Hicimos una encuesta entre los usuarios, les preguntábamos: ¿Considera usted que estorbamos? Nadie opinó que seamos una molestia”. Incluso la gente define a los músicos “como agua fresca en el vagón”, pues van muy estresados y el paso de los músicos los relaja. 

Entre las anécdotas recuerda que alguna vez una chica lo contrató a él y a un amigo para llevar una suerte de serenata: “Era en el parque municipal de Naucalpan. Se trataba del vigilante de una empresa. Ella toca y pregunta por esa persona. Nos dice: ‘¿listos? En cuanto yo les diga, tocan’. Él sale con todo y uniforme. Ella nos hace la seña y se echa en brazos del vigilante. Llora y se queja con nosotros: ‘Me abandonó, díganle que me perdone’. Él volteaba por todos lados, se encontraba en horas de trabajo. Le pide a la chica que lo espere porque se halla trabajando”. 

Los dos músicos no atinaron a reaccionar. Se van a la esquina y quince minutos después regresó la chica. En el camino de a Cuatro Caminos se fue llorando y contándoles su historia”. 

De entre los proyectos o músicos importantes del Metro, Juan menciona a Los Traviesos, con David Garnika (ya fallecido) al frente y quienes fueron durante un tiempo la banda de Gloria Trevi. 

También está el grupo Sur 16, con El Vampiro, una leyenda en el género urbano. Y a Los Corucos, una banda de reggae. Asimismo a grupos como Los Askis8, Los Yairas9 y los Guaras. 

Procura no tocar más de cinco horas pues necesita tiempo libre para estar listo para las “tocadas y ensayos”. 

A final de cuentas, asegura, “esto se trata de ir más allá de uno mismo, de llenarse de experiencias, anécdotas y conocimientos. 

Coge su amplificador y se dispone para, como dicen aquí, triunfar una vez más.

Comentarios

Entradas populares