Suburbano VIII

Suburbano VIII


El Violín me contó que de niño deseaba construir edificios. Más tarde anheló ser ingeniero en comunicaciones y un día, al salir de su clase de guitarra, escuchó de fondo algo melodioso, muy bello, se detuvo buscando de dónde provenía el sonido, vio una puerta abierta, fue hacia al corredor, se quedó de espaldas a la puerta admirando ese sonido novedoso. Sintió curiosidad, abrió la puerta un poco más, al asomarse vio a una persona delgada, alta, que tocaba un instrumento, como guitarra pero más chiquita. Sobre una mano recargaba el instrumento, y una vara en la otra. Se dio cuenta de que la vara producía el sonido. Permaneció ahí por quince minutos, aquello eran escalas de violín. De pronto se acercó la persona y le preguntó si le gustaría aprender a tocar el violín.

Él respondió que sí, “qué tengo que hacer”; la respuesta fue: “preséntate aquí mañana, a las cuatro de la tarde”. Era el director de la Orquesta Juvenil Sinfónica de la delegación Cuauhtémoc.

Un día, junto con otros violinistas, decidió probar suerte en Coyoacán, donde la gente “cree que todo mundo es intelectual y por lo tanto coopera cuando ve arte”. En el viaje se les ocurrió tocar en el Metro. Les fue muy bien, en media hora habían reunido 500 pesos. Al día siguiente volvió. Sus amigos ya no quisieron, pero estuvo ahí casi 10 años.

Es uno de los pocos que estudió en la Nacional de Música, ha participado en numerosos proyectos, pero su rebeldía y cierta exquisitez lo llevan a la soledad.

La gente se pasma ante el sonido limpio, dulce y avasallador del violín. Le dan monedas de cinco, diez pesos; a veces billetes de veinte, cincuenta. O lo contratan para serenatas y actos culturales. Si lo desea es capaz de juntar mil pesos en un día.

Cuando llegó al Metro era un tanto prejuicioso, pero conoció a tanta gente, tan diversa: empezó a tomar cerveza, probó la mariguana, acompañó a los recitadores en su vida en los hoteles de paso. Le fue muy bien haciendo grupo con los poetas pero no le gustó trabajar con ellos “porque la música queda en un segundo nivel”.

Luego siguió los pasos de su abuelo, un masón. Organizó un ensamble para tocar en funerales de posta. 

Al paso de los meses, el éxito se manifestó en una Harley Davidson y luego en un BMW. 

Algunos son aves de paso... Otros, también. El metro apenas nos lleva de un lado a otro y cada quien toma su rumbo.

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